Día Mundial de la Salud Mental

Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha instaurada en 1992 por la Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH, por sus siglas en inglés) con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de visibilizar la importancia del bienestar psicológico, combatir los estigmas sociales relacionados con los trastornos mentales y promover el acceso a servicios de atención adecuados en todo el mundo. A pesar de que la salud mental es un componente esencial de la salud integral, históricamente ha sido relegada a un segundo plano frente a la salud física. No obstante, en las últimas décadas, organismos internacionales, gobiernos y asociaciones civiles han trabajado para otorgarle un lugar central en las políticas públicas y en la conciencia colectiva.

Salud mental y enfermedades asociadas

La salud mental no se limita a la ausencia de enfermedad, sino que abarca un estado de bienestar en el cual los individuos pueden desarrollar sus capacidades, afrontar el estrés normal de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad. Sin embargo, cuando existen alteraciones significativas en la cognición, la emoción o la conducta que afectan la funcionalidad de la persona, se considera la presencia de un trastorno mental.

Entre los trastornos más prevalentes destacan la depresión, la ansiedad y la esquizofrenia. La depresión, por ejemplo, es definida por la OMS como un trastorno caracterizado por tristeza persistente, pérdida de interés, disminución de energía y alteraciones cognitivas. Su incidencia es alta: se calcula que más de 280 millones de personas en el mundo la padecen, siendo una de las principales causas de discapacidad (WHO, 2021). En América Latina y en México, la prevalencia de depresión y ansiedad es significativa, y se ha incrementado tras la pandemia de COVID-19, que expuso y amplificó los retos en la atención de la salud mental.

La fisiopatología de la depresión implica alteraciones neuroquímicas, principalmente en neurotransmisores como serotonina, noradrenalina y dopamina, además de factores genéticos y ambientales. Clínicamente, además del bajo estado de ánimo, se observan cambios en el sueño, el apetito y la concentración. Entre sus complicaciones se encuentran la cronicidad, la comorbilidad con otras enfermedades y el riesgo de suicidio, que representa la consecuencia más grave. El pronóstico varía según la detección temprana y el acceso a tratamientos efectivos, como psicoterapia y farmacoterapia.

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Estadísticas y epidemiología

La OMS estima que una de cada ocho personas en el mundo vive con algún trastorno mental, lo que representa alrededor de mil millones de personas. La depresión ocupa el primer lugar en carga global de enfermedad por trastornos mentales, seguida por los trastornos de ansiedad (WHO, 2022).

En América Latina, estudios recientes señalan que aproximadamente 15 % de la población presenta algún trastorno mental, aunque las tasas de atención son bajas debido a barreras económicas, culturales y estructurales (Pan American Health Organization, 2021).

En México, la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica indica que cerca del 28 % de la población experimentará algún trastorno mental a lo largo de su vida, siendo la ansiedad y la depresión los más comunes (Medina-Mora et al., 2017). No obstante, se estima que más del 75 % de las personas afectadas no reciben tratamiento especializado, lo que perpetúa ciclos de estigmatización, sufrimiento y marginación.

Importancia histórica

Históricamente, la salud mental fue malinterpretada y asociada a prácticas discriminatorias como el confinamiento y el estigma social. Con el avance de la ciencia, se ha reconocido que los trastornos mentales no son consecuencia de debilidad moral, sino enfermedades multifactoriales que requieren atención médica y social. Esta transición ha sido fundamental para abrir espacios de inclusión y generar políticas orientadas a los derechos humanos.

Derechos humanos y legislación

El derecho a la salud, incluyendo la salud mental, está consagrado en instrumentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966). La OMS y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos han reiterado la obligación de los Estados de garantizar servicios de salud mental accesibles, de calidad y libres de discriminación.

En México, la Ley General de Salud establece la atención a la salud mental como un servicio esencial, complementada por la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y la Ley de Salud Mental de la Ciudad de México. Recientemente, la reforma en materia de salud mental y adicciones (2022) subraya la importancia de un enfoque comunitario y de respeto a los derechos humanos, alineándose con las directrices internacionales.

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Avances y fortalezas actuales y perspectivas a futuro

En la actualidad, existen importantes avances en la comprensión neurobiológica de los trastornos mentales y en el desarrollo de tratamientos más efectivos. Las terapias digitales, la telepsiquiatría y los programas de intervención temprana han demostrado ser herramientas valiosas para ampliar la cobertura y reducir barreras de acceso. Además, los movimientos sociales y las campañas de sensibilización han fortalecido la visibilidad del tema, promoviendo una narrativa más inclusiva y respetuosa.

A pesar de los progresos, persisten retos significativos: la escasez de recursos humanos especializados, la brecha de tratamiento en poblaciones vulnerables, la persistencia del estigma y la limitada inversión pública. La OMS recomienda destinar al menos un 5 % del gasto en salud a la atención de la salud mental, aunque en muchos países esta cifra no supera el 2 %. En México, el presupuesto sigue siendo insuficiente y concentra recursos en hospitales psiquiátricos, lo que limita el modelo comunitario.

Las oportunidades a futuro incluyen la integración plena de la salud mental en los sistemas de atención primaria, la inversión en investigación y el fortalecimiento de las políticas públicas basadas en evidencia. También es crucial continuar promoviendo la divulgación científica y la educación social para reducir mitos y fomentar la búsqueda temprana de ayuda.

Importancia de la divulgación científica

Esta es una parte fundamental del enfoque hacia las enfermedades mentales ya que mejora la comprensión de estas y reduce su estigma, promueve la búsqueda de ayuda de los pacientes, fomenta la corresponsabilidad y el apoyo social, empodera a las personas para que tomen decisiones informada acerca de su salud, mejora la salud física y el bienestar general, y sobre todo previene consecuencias negativas a nivel económico, social y físico. La divulgación científica y la educación social seguirán siendo herramientas esenciales para construir sociedades más conscientes, solidarias y resilientes frente a los retos de la salud mental.

Referencias

Foto de portada de Total Shape en Unsplash.

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